FILOSOFIA
Justamente con el amanecer se dio este encuentro con el Santo Yogui.
El SOL, antes que su disco lo anunciara, parecía ir besando dulcemente las cosas, y, por vez primera, hízose clara en la mente del ´hombre que no sabía quién era´, el misterio “de la inmaculada concepción de la siempre virgen MATERIA”.
Envuelto en una luz violeta, bajo un inmenso árbol, cubierto el suelo a su alrededor de hojas doradas, se encontraba sentado un joven monje en posición de loto, vestido con una bata blanca y llevando un pequeño libro en la mano; a su lado sobresalía un cayado. Sólo entonces, el Sol ya levantado sobre el horizonte- fue cuando el ´hombre que no sabía quién era´, se dio cuenta de que el Santo Yogui era una Gran Presencia que envolvía aquel lugar y que le había acercado al joven monje sentado bajo el árbol. No podía saber si éste era él mismo que se veía proyectado en una forma ideal; pero comprendió que en todo caso sería su instructor.
Trató de familiarizarse con su figura, lo cual al comienzo no le fue fácil, pues a medida que más le observaba se percataba de que su rostro cambiaba, de modo que podría decir que eran muchos. Sin embargo, había algo común a todos.
El ´hombre que no sabía quién era´ miró con cierta fijeza a los ojos del rostro que le resultaba más afín, y pudo observar un rayo de luz que le brotaba por encima de las cejas y le penetraba a él por la frente. En seguida su mente se aquietó completamente.
Comenzó a mirar fuera de sí, desde la limpidez de la atmósfera, como si esta le sirviera de ojos.
Era un mirar nuevo, esférico, como podía ser el mirar de Dios.
Experimentó que se levantaba a su lado una elevada montaña, cubierta su cumbre de nieve, en un cielo azul muy puro, y debajo el bosque, el mismo donde creía estar. Desde ese azul miraba . . . Después, podía repetir la experiencia a voluntad. Pensó que ésta debía ser la primera instrucción.
A pesar de lo insólito que parecía la experiencia se encontraba tranquilo, e hizo un movimiento de bendecir ( con el dedo pulgar y el medio unidos ) a Eso, lo insólito que se le revelaba. Era un impulso que no podía evitar cuando se encontraba verdaderamente solo consigo mismo.
Sintió entonces un profundo deseo de hacer de aquel joven yogui su amigo, a la vez que se daba cuenta de la vasta soledad en que había vivido. Pensó que eran varios; que al menos podría lograr la amistad de uno. No sabía exactamente cómo dirigirse al que le era más afín y que ahora surgía en el semblante que miraba. Le pareció extremadamente difícil, a él, que había hablado a la VIDA y a la MUERTE como a sus dos MADRES.
Miró de nuevo desde la limpidez de la atmósfera, con ojos vacíos, sin ego, y comprendió que él era todo, las plantas como los riscos y los ríos, así como el Santo Yogui cuya presencia parecía sostenerlo todo. Inclinado dentro de sí el ´hombre que no sabía quién era´ comenzó a conocerse y a convertirse en su propio amigo.
Fuente : Órgano de Cultura y Difusión del Centro de Orientación Filosófica - Enero , 1977. Derechos reservados.
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