Acuario : la era expectante
Entrega XV
LA ALDEA DE LAS PIRAMIDES
o UN INICIO DE CIENCIA
Como el ' hombre que no sabía quién era ' pasó la noche despierto, pudo observar cómo se iban retirando las estrellas, unas después de otras, a medida que se aproximaba el amanecer, hasta quedar sólo Venus, atenta, en la pureza del aire. Pensó de nuevo en ella como su lámpara encendida, y muy quedo brotaron de su pecho tres toques: LAM, LAM, LAM . . . , que le recordaron el camino. Tonante se despertó el Sol, e hizo que Venus se retirase.
El 'hombre que no sabía quién era' siguió a la abeja dorada, con paso lento, tratando en vano de comprender e mensaje que le trajo la estrella que se abismó en su frente.
El Sol y el león se adelantaron entre tanto y lo dejaron solo con el Silencio, quien esta vez permanecía callado ; pues era de todos quien más bulla metía cuando estaba alegre, queriendo sentirse a sí mismo con lo que no era él.
El 'hombre que no sabía quién era' ajustó el paso a su respirar rítmico, centrado en su frente, inquiriendo sobre el mensaje de la estrella.
La estrella giraba en círculo sobre su frente. como movida por el aliento,pero él no lograba descifrar el mensaje !
En la inmensa soledad de la Gran Sabana, aquella figura móvil que se interrogaba a sí misma, despertaba el interés de los Elementos. Estos querían ayudarle, pero no sabían cómo hacerlo.
En esto, oyóse un silbato, como de un barco a distancia, o más exactamente como el dulce silbido de una olla a presión en la cocina. Al evocar este recuerdo, el 'hombre que no sabía quién era' experimentó un gran amor por estos cacharros. Levantó la vista y vio al Sol que se había detenido justamente detrás de una colina, y le hacía señas para que adelantase el paso. Corrió velozmente, para saber qué pasaba, esforzándose por llegar a lo alto de la colina, y descubrió una aldea hecha de pirámides.
Era exactamente el medio-día en aquel lugar, y el Sol al lanzar su mirada curiosa dentro de una pirámide, un tanto apartada de las demás, que tenía su vértice superior truncado, provocaba justamente aquel silbido que evocaba los cacharros de cocina.
Como el silbido que anunciaba la mitad del día en aquella aldea, se prolongaba mucho más de lo acostumbrado, pues el Sol se había detenido, las gentes salían de sus pirámídes para saber que había sucedido.
Así se reunieron, en un instante, unas cincuenta personas, que miraban sorprendidas a aquel extranjero que se aproximaba a la aldea. Éste se acercó a la pirámide que hacía de reloj. Un anciano, rodeado de niños, quien salió de adentro y revelaba ser el cuidador de aquella pirámide, lo recibió con una sonrisa amable, como indicando que esperaba su llegada. No le preguntó de donde venía, sino que bondadosamente le invitó a pasar.
El primer gesto del visitante, una vez adentro, fue levantar la vista y contemplar un gran plato, hecho de madera, suspendido del vértice de la pirámide, que además de pantalla de iluminación parecía tener reservada otras funciones. Comprendiendo el anciano el interés científico del visitante, le explicó que ese plato estaba lleno de agua, que además de refrescar el ambiente, al evaporarse el agua por incidir sobre su superficie el Sol del mediodía, se producía una nota dulce al paso del vapor por un agujero calibrado, practicado en el vértice de la pirámide. Esta nota anunciaba a toda la aldea la mitad cumplida de la labor del día. La altura de suspensión del plato, así como el diámetro del mismo - le indicaba el anciano - obedecía rigurosamente al movimiento del Sol que marca las estaciones del año.
Como el anciano se diera cuenta que la gente esperaba afuera deseosa de conocer al extraño, ambos aparecieron juntos a la entrada, y grande fue la sorpresa de aquel al comprobar que toda la gente era extraordinariamente joven.
GODSUNO
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Fuente : Órgano de Cultura y Difusión del Centro de Orientación Filosófica. Mayo, 1974. Derechos reservados.
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