domingo, 27 de febrero de 2022

FILOSOFIA - ACUARIO : La Era Expectante - ENTREGA XXXIII


FILOSOFIA

                   Acuario : la era expectante
                                               
                                               ENTREGA   XXXIII
                
                          
                                  " TE LLEVARE ANTE TI MISMO "



      El 'hombre que no sabía quién era' comenzó a captar un cambio en el sentido de su movimiento, no obstante no tener un punto fijo de referencia : lo que en un inicio le pudo parecer penetrar en la niebla, se convertía ahora en la sensación despierta de salir de ella ; a la vez que se daba cuenta de que el 'hombre de la niebla' y el niño que lo acompañaba se iban quedando intencionadamente atrás, para dejarlo caminar solo.  

       El espacio se ahondaba a sus pies a medida que avanzaba, hasta volverse esférico ; y sus límites vibraban a frecuencias altísimas que bien podía decirse, era una esfera inmóvil animada de Vida. Una vez en el Centro, se vió ante su Cuerpo Radiante, cubierto de una túnica blanca que le llegaba a los pies. Su rostro de luz irradiaba tanta paz y serenidad, que no le fue posible contemplarlo. Y si pudo  mantenerse frente a él se debió, como llegó a pensarlo luego, a la túnica que lo cubría.

     LLegó a observar, al lado mismo de la presencia radiante, la de un hombrecillo que apenas le llegaba a la cintura, animado de tan genuina y espontánea alegría, expresada en gestos y muecas de su rostro, que el 'hombre que no sabía quién era'  bien podía jurar que nunca antes nadie había expresado mayor contento de verlo. Llevaba 'el hombrecillo aquel' en su mano izquierda unos libros, y era tan viva e inteligente la expresión de su cuerpo, que si bien no se atrevía a moverse, ni mucho menos hablar, todo en él indicaba que aquellos libros debía escribirlos el  'hombre que no sabía quién era'. Este le siguió en su mirada hasta detenerse en los límites vivos del espacio esférico, y comprendió que allí reposaban los "Archivos Akásicos".

       Nunca antes el 'hombre que no sabía quién era'  había experimentado en forma tan viva la prisión espacio-temporal de su cuerpo, como ante aquella presencia. Quiso acercarse a ella, pero allí no existía espacio físico. Quiso, entonces, gritar, desde muy dentro, ampliando al máximo su pecho y la bóveda de su cráneo, y gritó :
¡ . . . . . . . !

      Pero en ese mismo instante se sintió trasladado a otro centro, que no era él, como pretendía, y oyó la voz salir no de su garganta sino de los árboles, de las montañas, de los ríos y de las aves, que se hicieron presentes :
-- ¡  YO  SOY  !

      Comprendió, entonces, apenado, que él se había identificado con sólo una célula de ese Gran Cuerpo, y que al gritar, YO SOY, se vió llevado a la conciencia de ésta verdad.

       Recordó las palabras del 'hombre de la niebla' : "Te llevaré ante tí mismo". Y levantó la mirada, apesadumbrada, para ver si descubría a alguien. Vió entonces, a la sombra sepia de una roca, muy cerca deL agua sonora de un río, unos ojos, del color mismo de la sombra, que lo miraban.Se dió cuenta que aquellos ojos pertenecían al cuerpo de un santo yogui, que ahí pernoctaba. Su mirada le enseñó toda su sabiduría, y aprendió de él arte de hacer delgado el aire, y obediente como un animal manso. Y al  cabo de un tiempo pudo viajar,como lo hacía él, por el aire.

      Después de este primer encuentro con su Cuerpo Radiante, el  'hombre que no sabía quién era' experimentó un cambio profundo : El Fuego Sagrado, alimentado por el cuerpo de la Naturaleza, que se iba eterizando, se elevaba hasta convertirse en él en pura luz.

      Desplazó su tienda y se instaló en la 'Tierra de Yo Soy' ; gusanos de seda la fijaron con finos hilos de diversos colores, y la 'abeja dorada' danzó ante su puerta. La primera vez que salió encontró la Tierra poblada de hermanos. Anduvo aquella vez no muy lejos, hasta un lugar apacible, cubierto por la dulce sombra de una enredadera. Era aquella una escuela para niños, según dedujo. Los animales del bosque se acercaban sin cuidado y comían de sus manos. Al aproximarse más se encontró con la sonrisa del niño que arrastraba su caballito de madera. Se sentó en un tronco, a su lado, y quiso participar de la ESCUELA. Cuando levantó los ojos, vió que el Maestro era HERMES.

                                                                                                                                                                                                                                                                         GODSUNO
                                                                                                                                                                     __________



Fuente : Órgano de Cultura y Difusión del Centro de Orientación Filosófica. Febrero, 1976. Derechos reservados
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