viernes, 15 de octubre de 2021

FILOSOFIA - ACUARIO: La Era Expectante - Entrega XXIV

     

  Acuario : la era expectante

           
                                           Entrega XXIV

             LO QUE VIO EL 'HOMBRE QUE NO SABÍA QUIÉN ERA'
   
                      DESDE  LOS  OJOS  DE  LA  ESFINGE

       A la partida de PItágoras, el 'hombre que no sabia quién era' quedose meditando dentro de la ESFINGE. Comprendió que ésta era inmensa e inmutable como la Mente. No se sintió triste porque era amigo del Silencio; además, en todos los instantes, que eran uno solo, sin  tiempo, sentía una Gran Presencia.

           Quiso asomarse a los ojos de la ESFINGE, para presenciar la despedida de Pitágoras. Se movió con los hilos del aliento de vida, y al llegar a los ojos de la ESFINGE comprendió el sentido real de la NADA. Una doble infinitud se extendió ante él: afuera, un mar de fina arena, que se levantaba y caía, construyendo pueblos y ciudades, y, adentro, una Gran Presencia, inmutable.

          Vió como Pitágoras emitía la nota fundamental que le había dado con anterioridad,y cómo de aquel mar de arena se separaban miríadas de grano para formar un cuerpo. Y cuál no sería su sorpresa al reconocer que aquél era su propio cuerpo, a pesar de saberlo mucho antes. 

          Al  'hombre que no sabia quién era' se le hacía realmente difícil separarse de los ojos de la ESFINGE, pues quería seguir los movimientos de Pitágoras hasta que llegara a su destino : su encuentro con el 'Anciano cuidador del tiempo'.

         Vió que su cuerpo se movía en un valle estrecho, que se extendía de Este a Oeste, con una gran montaña al Norte, que lo separaba del mar; al Sur pequeñas colinas se degradaban hasta confundirse con otros valles interiores. En aquel valle se levantaba una ciudad muy populosa, con un gran tráfico.

          Vió que Pitágoras, ajustándose a las indicaciones que le había dado, escribía en un papel las palabras "Gran Sabana", y las reflejaba en un estanque de una casa de las afueras, pues las aguas del río de aquella ciudad eran inmundas.

          El  'hombre que no sabia quién era' pensaba en las sorpresas por las que pasaría Pitágoras, en aquella ciudad tan distinta de su Isla de Samos, y no podía menos que preocuparse por él. Lo veía saltar de un sitio a otro, ante los  carros que se abalanzaban sobre su cuerpo, como animales salvajes de una zoología extraña. Lo veía que hablaba interrogando al cuerpo, para que lo instruyera : "Debes llevarme hasta el 'Anciano cuidador del tiempo' , sin que te ocurra ningún accidente, pues tu señor ha de estarnos observando, y no quisiera te pasara nada".

          " No te preocupes -repuso el cuerpo- pues me siento como si estuviera de vacaciones."

          La respuesta que obtuvo PItágoras a su advertencia le causó tanta gracia que se echó a reir. Reía aún cuando entraba en una avenida principal con muchas tiendas. Alguien saludó al cuerpo y éste respondió con efusión.

          "¿Quien es ese? " preguntó Pitágoras.
          " Un ingeniero amigo " -repuso el cuerpo.
          "¿Cómo se llama ?" -preguntó de nuevo PItágoras.
          "Lo he olvidado; pero eso no tiene importancia" -repuso el cuerpo.
          " Cómo es que no tiene importancia, si es tu amigo ? "
          " No tengo memoria para los nombres ,sabes ? ; te repito que eso no tiene importancia".
          " No te ha enseñado tu señor que todo es igualmente importante ? "
          " Sí, lo oí una vez que se lo decía el  'Anciano cuidador del tiempo' ; pero él lo tomó un tanto filosóficamente".
          " Ah ! . . . esto es grave, tendré que instruirte sobre eso."
          " Eres también profesor ? - preguntó el cuerpo.
          "Cómo también ? ¿Lo fue él ?"
          " Y es un poco fuerte, sabes, servir a dos profesores seguidos" . . .  

          Discurría la conversación en este punto,cuando el  'hombre que no sabia quién era' vió a Pitágoras cruzar la avenida, tomar un pasillo transversal a su derecha y entrar en una librería. 

          Apenas se adelantó el cuerpo dentro de la librería, Pitágoras vió que un hombre joven bajaba por una escalera de madera, un tanto estrecha, adosada a la pared; pero que apenas descubrió su rostro reflejado en un pequeño espejo, fijo en la pared, transmutose en un anciano de unos ochenta años.

          La visión interior de Pitágoras fue tan rápida que se sintió aliviado al darse cuenta que había pasado desapercibida para los ojos del cuerpo.


                                                                                                                                                                                                                  GODSUNO
                             .                                                                                                                                                                                    _________                                                                                                      

Fuente : Órgano de Cultura y Difusión del Centro de Orientación Filosófica. Febrero, 1975. Derechos reservados

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