Acuario : la era expectante
UN VIAJE SIN MALETA
EN BUSCA DE LOS PLANOS AKÁSICOS
DE LA ALDEA DE LAS PIRAMIDES
Entrega XXI
El 'hombre que no sabía quién era' se acercó a la pirámide, emplazada sobre la pequeña colina, que le había señalado el "Anciano cuidador del tiempo". Levantó la mirada y leyó a la entrada:
"Antes de entrar descubre en tí el símbolo"
Quedóse atento y a poco vió, ¡ el símbolo de la Tetractys Pitagórica !
Su rostro se iluminó, como si hubiera recibido una señal interior que lo invitara a pasar. En el centro de la pirámide había sólo un mueble bajo, a modo de tarima, al cual se debía ascender por medio de tres escalones adosados al frente, todo él cubierto por un gran tapiz. A la luz de las estrellas, que se precipitaba por el vértice superior de la pirámide, pudo distinguir representado en aquel tapiz, que ahora pisaban sus pies, un ave de proporciones inmensas, ¡ un Hamsa !, si, un Hamsa de alas refulgentes, cuya envergadura bien podría abarcar a la pirámide. Su pico, de acero, lucía como la quilla de una nave, y sus ojos, dos pozos en que se asomaba la luna, miraban atentamente, como queriendo conocer en sus interioridades al viajero.
El 'hombre que no sabía quién era' experimentó un estremecimiento que recorrió su cuerpo, seguido después de la calma; una calma que se iba haciendo más firme, cuando ya sentado en postura de loto sobre el ave comenzara a acariciar, con suavidad, el plumaje de su cuello. Quiso hablarle; pero no sabia qué decirle. Sólo entonces, fue naciendo, de profundidades insondables, un A-U-M, muy quedo al comienzo, pero que iba creciendo, hasta sentirlo prácticamente encaramado en sus hombros, y batir sus alas, ¡ que bien podrían cubrir el Universo !, y lanzarse, finalmente, al espacio . . .
Cuál no sería la sorpresa del 'hombre que no sabía quién era', cuando en sincronicidad extraña, el Hamsa levantó a su vez el vuelo, sin que la pirámide fuese obstáculo, y se encontrara viajando !
Llegó en su viaje al pie de 'un algo' muy grande, que le hacia sentirse terriblemente pequeño. Su vanidad luchó en vano, y antes de morir quiso levantar la vista para descubrir el causante de su pequeñez. Levantó, en efecto, la vista, por una fracción muy corta de tiempo, y vió a su lado a la ESFINGE.
No bien posó en ella su mirada cuando empezó a disolverse, igual que una columna de humo que se levanta del piso, y emitió una nota musical como señal última.
Se encontró dentro de la ESFINGE.
Pasó algún tiempo antes que se acostumbrase a la ausencia de formas. Repetidamente hizo el gesto de llevarse las manos a los ojos para descubrir si estos se hallaban en sus órbitas. Lo asombroso es que veía, o sabía que veía, pues no había formas que ver dentro de la ESFINGE.
¡ Tan solo veía que veía !
El 'hombre que no sabía quién era' empezó a experimentar, sin ningún substrato fisiológico, fragancias de diferentes esencias, que no podía retener. Surgían y desaparecían. Llegaba a diferenciar algunas, que parecían tener un movimiento recurrente, pero en ningún caso podía afirmar cuándo percibiría una u otra. Comprendió que aquellos aromas eran "gratas complacencias" por encontrarse ahí.
Fue entonces que se acordó de la misión que le había encomendado el 'Anciano cuidador del tiempo', de trasladar la 'Aldea de las Pirámides' desde los planos "akásicos" hasta los más densos de la "materia". Recordó el símbolo que vió a la entrada de la pirámide ( que servía de nido al Hamsa ), la Tetractys de Pirágoras, y pensó en ponerse en contacto con esta inteligencia.
GODSUNO
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Fuente : Órgano de Cultura y Difusión del Centro de Orientación Filosófica. Noviembre, 1974. Derechos reservados.
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