Entrega XIV
LA MADRE NATURALEZA
o LA ABEJA DORADA
Cuando el ' hombre que no sabía quién era ' salió directamente a la bóveda celeste, el Sol le adelantaba ya algunos pasos. Comprendió que éste no estaba dispuesto a dejarse alcanzar, que era todo luz y contento y quería quizás mostrarle que nunca antes había logrado que el azul fuese tan azul.
El ' hombre que no sabía quién era ' sonrió, con el Silencio y el león a su lado.
" ¡ Oh, padre, qué joven eres ! ",exclamó.
Una bandada de pájaros, de dos en fila y uno en el frente, en número, siete, le indicaron el camino a seguir en la extensión sin límites.
No podía sustraerse al misterio de la vida, mientras se abismaba en el vuelo de las aves :
" ¡ El número controla al flujo ! ", evocó, comprendiendo la enseñanza de sus mayores.
Se despertó en él tanta alegría que quiso competir con el Sol, y empezó a vocalizar el lenguaje de la Naturaleza :
" a a a . . . ä ä ä . . . e e e . . . i i i . . .
ü ü ü . . . u u u . . . ö ö ö . . . o o o . . .
Hacía girar las vocales en círculo, mientras afinaba su cuerpo como un instrumento musical, y el Aliento se tornaba consistente y se elevaba.
Los árboles se inclinaban a su paso y hacían vibrar sus hojas ante la presencia de una brisa errabunda que se levantaba del suelo. El horizonte se volvió de oro y las nubes se movían veloces. Los cuadrúpedos miraban, atentos, desde la arboleda, con los ojos muy abiertos ; los pájaros entonaban sus mejores trinos y el Silencio reía . . . sin poder contenerse. Sólo el león mantuvo su calma, y su movimiento era bello en la arena.
" ¡ Salve MATERIA , Madre de Dios !
¡ Bendito sea el fruto de tu vientre ! " , exclamó con fuerza que le nació de adentro y besó la TIerra : el mundo volvióse iridiscente, mientras una lágrima corría por su rostro.
Vió a la Madre que sonreía, sentada en una roca, cerca del río, vestida de pliegues azul y ocre ; en sus manos, que hacían de nido, llevaba una avecilla negri-azul, de pecho amarillo, y cabecita inteligente.
El ' hombre que no sabia quién era ' posó la cabeza en su regazo.
Al cabo de un rato, díjole : Madre Naturaleza, enséñame a descansar en tí.
Y la Madre sonreía . . . Inclinóse, luego, levemente, y le besó en la frente. Tomó una abeja dorada que reposaba en su hombro, y le dijo que la siguiese en su vuelo ; que ella iría posándose sobre las piedras y arbustos, donde ha dejado su esencia, como señal de recuerdo para su regreso a la Tierra de los Ancianos, de donde proviene.
El ' hombre que no sabía quién era ' levantó la cabeza y vió que el Sol se había acostado ya detrás de una colina. Apuró el paso acompañado del Silencio y del león, y comprobó que en la obscuridad podía seguir, y como un hilo de luz, el vuelo dorado de la abeja.
Los animales salvajes y aves nocturnas anunciaban su paso en el silencio de la Noche para que los reptiles se apartaran del camino. Así llegó a lo alto de la colina, donde sólo había un árbol. Cansado, se recostó en la Tierra, mirando las estrellas, pués esperaba algo.
No pasó mucho tiempo cuando una estrella se desprendió del firmamento, y al seguirla parecíase cada vez más a un cometa con su cola luminosa. Comprendió que no tardaría en abismarse en su frente, de donde una vez la había tomado y lanzado al espacio como mensajera de su viaje a la Tierra de los Ancianos.
Aquella noche sólo el Silencio y él permanecieron despiertos.
GODSUNO
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Fuente : Órgano de Cultura y Difusión del Centro de Orientación Filosófica. Marzo, 1974. Derechos reservados.
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