viernes, 7 de mayo de 2021

FILOSOFIA - ACUARIO: la Era Expectante - Entrega IX




          Acuario : la era expectante  

                                              Entrega IX

                                     
                                    LA  EXCLAMACION

                                                     o
                        
                            LA  COCCION DE LA MARMITA

      Cuando el 'hombre que no sabia quién era'  salió del bosque, el Sol comenzaba a hundirse detrás de las planicies elevadas de la Gran Sabana. Podría aún disfrutar de su vista algunos minutos . . .  Se sentó en una piedra, al lado de una poza que formaba el río en su discurrir por las tierras bajas y se puso a contemplar los círculos concéntricos que formaban en el agua el leve toque de las golondrinas en su vuelo de saeta. Reflexionaba sobre su último encuentro : "Podría haberle preguntado a Dios quién soy yo . . .sin embargo, no me pasó por la mente ; tampoco, quizás, hubo ocasión para ello . . . lo esencial es que somos amigos . . . ".  Así discurría dentro de sí, cuando una inmensa mariposa de alas amarillo ocre, con manchas de bermellón intenso, lo despertó de su ensimismamiento aleteándole el rostro. Levantó la vista y siguió su vuelo, que en su pulsación secreta parecía moverse sobre colinas y hondonadas invisibles. Aquella mariposa ejercía una fascinación tremenda sobre su alma. Veía como se alejaba en dirección al Sol, y al final se hundía en su bola de fuego, a tiempo que su alma clamaba : ¡ Vivekananda !  ¡ Vivekananda  !  ¡ Vivekananda !  . . . 


     Entristecido siguió su camino. Aquel grito espontáneo lo acompañaba. Sabía bien que en  adelante el discípulo de Ramakrishna estaría unido en su recuerdo al vuelo de una mariposa que se abisma en Sol. Sintió con nostalgia el deseo de expresar alguna vez en agua-tinta esa visión. Aceleró el paso, pues tenía que llegar a lo alto de la planicie.

     Al aproximarse empezó a oir, como el murmullo del mar, la presencia de la multitud, que acampaba sobre las planicies elevadas de aquellos conos truncados, que emergían de la Gran Sabana. Podía oir claramente el canto improvisado de una mujer :

                  Oh ! hijo querido,
                  con tu caballito de madera blanda.
                  ¿ Cómo es posible que te pregunten tu nombre ?
                  ¡ Como si un niño tuviera nombre !
                  ¡ Como si Dios tuviera nombre  !
                        . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 

y el canto se abismaba en el silencio de la noche para surgir de nuevo con el último verso :
                  ¡ Como si Dios tuviera nombre  !

El 'hombre que no sabía quién era' se imaginaba el rostro de aquella mujer mientras ascendía la colina . . . la pensaba con ojos grandes y verdes y su piel morena por el Sol.

     Aquella noche el viento sopló con fuerza arrastrando las nubes bajas y obligando al silencio a los distintos grupos que acampaban en las planicies.

     El 'hombre que no sabía quién era' se acostó en el suelo a descansar. Su mente la tenía puesta en la "Tierra de los Ancianos", allá en el corazón de aquel inmenso macizo que se extiende entre el mar y los dos grandes ríos : padre-madre de la vida.

     Sabía que aquel lugar era el más antiguo de la Tierra, sedimento oscuro de la simiente primigenia. Todas las formas arquetípicas habían de visitarlo para beber en su Sabiduría suprema.

     Meditaba en esto, cuando de pronto un relámpago iluminó el cielo entre las nubes y se halló, tranquilo, frente a una anciana que revolvía entre vapores una marmita colocada en el fuego. La anciana reía, complacida, con su risa sin edad. ¡ La anciana cocinaba en esa marmita el corazón del 'hombre que no sabía quién era'   !

                                                                   GODSUNO
                                                                   _______



Fuente : Órgano de Cultura y Difusión del Centro de Orientación Filosófica. Octubre, 1973. Derechos reservados. 

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